lunes, 28 de octubre de 2019

CINE - PARÁSITOS (2019)


Bong Joon-ho es sin lugar a dudas uno de los directores más aclamados y seguidos del actual cine coreano. Con casi todas sus películas individuales estrenadas en España (a falta de su debut como director en Barking Dogs Never Bite o su colaboración coral en Tokyo!) nos acaba de llegar, cortesía de La Aventura, su última obra, una película de la que ya se afirma ser una obra maestra, un término que a veces se usa demasiado alegremente pero que encaja muy bien con el cine de este director y guionista, por lo que si no son obras maestras lo que hace, le falta bien poco. Tras Rompenieves en 2013, tardó cuatro años en traernos Ojka, su escarceo con el cine occidental al tratarse de una producción de Netflix, y por suerte, sólo ha tardado dos años en volver a maravillarnos con Parásitos.
 La actual sociedad, ya sea la coreana o la de cualquier país occidental, está sumamente fragmentada, con una diferencia entre clases sociales abrumadora. Por ello, Bong Joon-ho, uniendo fuerzas con Han Jin-woo, asistente de director que debuta aquí como co-guionista tras trabajar con Joon-ho en Okja, narra una historia repleta de humor negro, mucha tensión y un giro final brutal que analiza las relaciones humanas en una sociedad donde las desgracias de unos son las alegrías de otros. Esta mezcla de géneros y tonos es habitual en el director y en esta ocasión comienza como una tragicomedia costumbrista, presentándonos a una familia que malvive como puede en un suburbio de Seúl hasta que se les presenta una oportunidad para que el hijo comience a trabajar. Un planteamiento relativamente sencillo que sirve al cineasta para realizar un análisis de la sociedad coreana, extrapolable a cualquiera, donde nada es lo que parece, rodado con la habitual maestría del director y donde los espacios tienen una tremenda importancia, contrastando los tres escenarios principales y casi únicos y siendo un reflejo de las personalidades de los distintos personajes. Una enorme casa, pero con mucho espacio vacío, en contraste con ese piso semisótano repleto de elementos o ese laberíntico y asfixiante sótano sin apenas iluminación. Tres espacios, tres familias y unos puntos en común que hacen alusión al título. ¿Quiénes son parásitos? ¿Quién vive de las miserias de los demás? Una respuesta que tienes en la misma película y que no voy a dar para evitar destripar (o spoiler para los modernos) a cualquiera que lea esta crítica sin ver la película.
Los giros de guion son tremendos, sobre todo el que nos llega en el tramo final, pero como el propio director ha dicho, no son lo más importante. Las relaciones entre todos los personajes es el leit motive de la trama, desencadenando ese brutal final, casi telegrafiado durante el metraje pero que no deja indiferente a nadie. Nos podemos ver reflejados en todos los personajes, por mucho que moral o éticamente tengamos cierta disposición hacia unos u otros, pero esos giros nos harán cambiar de opinión continuamente demostrando que el ser humano puede variar sus objetivos y esa moralidad. Asistimos de esta manera a un viaje al corazón del ser humano, a esa parte oscura que todos tenemos, al egoísmo, al afán de supervivencia, cueste lo que cueste, saltando las líneas morales de cada uno sin darse cuenta de habérselas saltado. Pasamos del humor a la tragedia, a la violencia, no siempre física, a la toma de decisiones extremas, al intento de justificación y a los sueños y pesadillas de cada personaje, terrenos donde Bong Joon-ho se mueve cómodamente en cada una de sus películas y que aquí alcanza cotas espectaculares. Como él mismo ha dicho, este film es un nuevo comienzo en su filmografía, alejándose de otros géneros que ha tocado como el thriller policíaco (Memories of Murder), el de monstruos (The Host), la intriga menos policíaca (Mother), la crítica social (Snowpiercer) o el mensaje más emotivo y humano (Okja), subgéneros todos presentes en esta auténtica maravilla de película.


Y como toca ir terminado, voy a intentar resumir lo dicho. Parásitos es un análisis del comportamiento humano, que no se centra sólo en reflejar los claroscuros de la sociedad coreana. Un trabajo coral apoyado en maravillosos actores con los que empatizas pero también odias, con su actor fetiche, Song Kang-ho a la cabeza, pero donde todos están maravillosos, plasmando así cada uno los aspectos de la sociedad moderna (insisto, no sólo coreana, ya que podríamos ver esta película rodada por ingleses, norteamericanos o de cualquier otro país occidental) El contraste entre las diferentes familias, sus motivaciones, sus casas, elementos cotidianos con los que el director juega para demostrarnos que el ser humano, todos nosotros, tenemos esa oscuridad dentro, y que sacamos si nos ponen al límite, por mucho que intentemos convencernos de que nos regimos por una moral y que no haríamos esto o aquello, hasta que llegamos a esas situaciones límite donde nos ponemos a prueba. Bong Joon-ho pone a prueba a personajes que son un fiel reflejo de nosotros mismos, de personas que conocemos. Y antes de acabar, no puedo evitar decir que quizás el único pero que se le puede poner es ese epílogo algo largo, pero que encaja perfectamente con el mensaje que tiene la película, una auténtica obra maestra, otra más, del director.

NOTA: 9

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