Bong Joon-ho es sin lugar a dudas uno de los directores más
aclamados y seguidos del actual cine coreano. Con casi todas sus películas
individuales estrenadas en España (a falta de su debut como director en Barking Dogs Never Bite o su colaboración
coral en Tokyo!) nos acaba de
llegar, cortesía de La Aventura, su
última obra, una película de la que ya se afirma ser una obra maestra, un
término que a veces se usa demasiado alegremente pero que encaja muy bien con
el cine de este director y guionista, por lo que si no son obras maestras lo
que hace, le falta bien poco. Tras Rompenieves
en 2013, tardó cuatro años en traernos Ojka,
su escarceo con el cine occidental al tratarse de una producción de Netflix, y
por suerte, sólo ha tardado dos años en volver a maravillarnos con Parásitos.
La actual sociedad, ya sea la
coreana o la de cualquier país occidental, está sumamente fragmentada, con una
diferencia entre clases sociales abrumadora. Por ello, Bong Joon-ho, uniendo
fuerzas con Han Jin-woo, asistente
de director que debuta aquí como co-guionista tras trabajar con Joon-ho en Okja, narra una historia repleta de
humor negro, mucha tensión y un giro final brutal que analiza las relaciones
humanas en una sociedad donde las desgracias de unos son las alegrías de otros.
Esta mezcla de géneros y tonos es habitual en el director y en esta ocasión
comienza como una tragicomedia costumbrista, presentándonos a una familia que
malvive como puede en un suburbio de Seúl hasta que se les presenta una
oportunidad para que el hijo comience a trabajar. Un planteamiento
relativamente sencillo que sirve al cineasta para realizar un análisis de la
sociedad coreana, extrapolable a cualquiera, donde nada es lo que parece,
rodado con la habitual maestría del director y donde los espacios tienen una
tremenda importancia, contrastando los tres escenarios principales y casi
únicos y siendo un reflejo de las personalidades de los distintos personajes.
Una enorme casa, pero con mucho espacio vacío, en contraste con ese piso
semisótano repleto de elementos o ese laberíntico y asfixiante sótano sin
apenas iluminación. Tres espacios, tres familias y unos puntos en común que
hacen alusión al título. ¿Quiénes son parásitos? ¿Quién vive de las miserias de
los demás? Una respuesta que tienes en la misma película y que no voy a dar
para evitar destripar (o spoiler para
los modernos) a cualquiera que lea esta crítica sin ver la película.
Los giros de guion son tremendos,
sobre todo el que nos llega en el tramo final, pero como el propio director ha
dicho, no son lo más importante. Las relaciones entre todos los personajes es
el leit motive de la trama,
desencadenando ese brutal final, casi telegrafiado durante el metraje pero que
no deja indiferente a nadie. Nos podemos ver reflejados en todos los
personajes, por mucho que moral o éticamente tengamos cierta disposición hacia
unos u otros, pero esos giros nos harán cambiar de opinión continuamente
demostrando que el ser humano puede variar sus objetivos y esa moralidad. Asistimos
de esta manera a un viaje al corazón del ser humano, a esa parte oscura que
todos tenemos, al egoísmo, al afán de supervivencia, cueste lo que cueste,
saltando las líneas morales de cada uno sin darse cuenta de habérselas saltado.
Pasamos del humor a la tragedia, a la violencia, no siempre física, a la toma
de decisiones extremas, al intento de justificación y a los sueños y pesadillas
de cada personaje, terrenos donde Bong Joon-ho se mueve cómodamente en cada una
de sus películas y que aquí alcanza cotas espectaculares. Como él mismo ha
dicho, este film es un nuevo comienzo en su filmografía, alejándose de otros
géneros que ha tocado como el thriller
policíaco (Memories of Murder), el de monstruos (The Host), la intriga menos
policíaca (Mother), la crítica social (Snowpiercer) o el mensaje más emotivo y
humano (Okja), subgéneros todos presentes en esta auténtica maravilla de
película.
Y como toca ir terminado, voy a
intentar resumir lo dicho. Parásitos
es un análisis del comportamiento humano, que no se centra sólo en reflejar los
claroscuros de la sociedad coreana. Un trabajo coral apoyado en maravillosos
actores con los que empatizas pero también odias, con su actor fetiche, Song Kang-ho a la cabeza, pero donde
todos están maravillosos, plasmando así cada uno los aspectos de la sociedad
moderna (insisto, no sólo coreana, ya que podríamos ver esta película rodada
por ingleses, norteamericanos o de cualquier otro país occidental) El contraste
entre las diferentes familias, sus motivaciones, sus casas, elementos
cotidianos con los que el director juega para demostrarnos que el ser humano,
todos nosotros, tenemos esa oscuridad dentro, y que sacamos si nos ponen al
límite, por mucho que intentemos convencernos de que nos regimos por una moral
y que no haríamos esto o aquello, hasta que llegamos a esas situaciones límite
donde nos ponemos a prueba. Bong Joon-ho pone a prueba a personajes que son un
fiel reflejo de nosotros mismos, de personas que conocemos. Y antes de acabar,
no puedo evitar decir que quizás el único pero que se le puede poner es ese
epílogo algo largo, pero que encaja perfectamente con el mensaje que tiene la
película, una auténtica obra maestra, otra más, del director.
NOTA: 9
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